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Harry Edwards

Sociólogo y activista de los derechos civiles, doctor en Sociología por la Universidad de Cornell y profesor emérito de la Universidad de Berkeley

Harry Edwards

Harry Edwards nació en Saint Louis el 22 de noviembre de 1942, pero creció en East Saint Louis (Illinois). Después de obtener unos resultados académicos extraordinarios en el East Saint Louis High School, se graduó en 1960 y fue galardonado con una beca deportiva en la Universidad Estatal de San José, donde se graduó en 1964. Posteriormente, se le concedió una beca Woodrow Wilson y una beca universitaria en la Universidad de Cornell, donde completó un máster y un doctorado en Sociología. Estuvo en la facultad de California en Berkeley entre 1970 y 2001, y actualmente es profesor emérito del Departamento de Sociología de esta facultad.

Desde 1992 hasta 2001, fue consejero de reclusos en la prisión del condado de San Francisco, en San Bruno (California), y trabajó periódicamente con programas pensados para reclusos en la prisión estatal de San Quintín (California).

De 2001 a 2003, fue director del Departamento de Parques y Ocio de la ciudad de Oakland (California). También tiene una larga historia de activismo centrada en la mejora en la conjunción de los ámbitos del deporte, la raza y la sociedad. La combinación de sus experiencias como afroamericano y como deportista en los años sesenta y su formación en la disciplina de la sociología hicieron que Harry Edwards afirmara que a finales de la década de los sesenta América se había convertido en un país muy complaciente con la cuestión de la raza en el deporte. Finalmente, llamó a atletas negros del equipo olímpico de los Estados Unidos de 1968 al boicot, en gran parte para poner de relieve las desigualdades étnicas y las barreras a las que tienen que hacer frente los negros en el deporte y la sociedad. El movimiento dio lugar a manifestaciones de atletas negros en todo el país y, finalmente, en los Juegos de Ciudad de México, y se recuerda con una estatua de cerca de 7 metros de altura en el campus de la Universidad Estatal de San José.

Unos años más tarde, Harry Edwards se convertiría en consultor en temas de diversidad para los tres deportes principales. Fue contratado por el comisario de la Major League de béisbol en 1987 para que colaborara en aumentar la representación de las minorías y las mujeres en el béisbol. También estuvo con los Golden State Warriors de la NBA desde 1987 hasta 1995, como especialista en contratación y asesoramiento de jugadores. En 1986, empezó a trabajar con los San Francisco 49ers en el área de asesoramiento y creación de programas para jugadores.

Los programas y métodos que desarrolló para gestionar los problemas de los jugadores se extendieron a toda la NFL en 1992, así como el Programa de Prácticas para Entrenadores de Minorías, desarrollado por él junto con el entrenador Bill Walsh para aumentar las oportunidades de los entrenadores de la NFL que pertenecían a minorías. A lo largo de su carrera, Harry Edwards se ha esforzado para obligar al establishment deportivo a afrontar y abordar eficazmente los problemas relacionados con la diversidad y la igualdad de oportunidades dentro de sus filas. Edwards, un erudito y activista que se convirtió en portavoz de lo que supuso una revolución en el deporte, ahora se considera la autoridad líder en los avances en el ámbito de conjunción de la raza, el deporte y la sociedad; también fue un estudioso pionero en la fundación de la sociología del deporte como disciplina académica.

La dedicación de Harry Edwards a lo largo de toda su carrera académica a la enseñanza y la formación se ha conmemorado con la constitución del premio Dr. Harry Edwards Follow Your Bliss, de la San Francisco Forty Niners Profesional Football Organization (organización de fútbol americano del equipo de San Francisco), para homenajear a los docentes más destacados. En 2018 entró a formar parte del Academic All-America Hall of Fame.

Durante los últimos cuarenta años, ha sido consultor de productores de programas relacionados con el deporte para numerosas producciones de televisión y cine en los Estados Unidos y en el extranjero. Se le han concedido decenas de premios y galardones, entre los cuales hay varios títulos de doctor honoris causa, y ha sido distinguido por la Universidad de Texas, que organiza el llamado «Dr. Harry Edwards Lectures», un ciclo permanente de conferencias con profesores invitados sobre temas relacionados con el deporte y la sociedad. Ha escrito numerosos artículos y cuatro libros: The Struggle That Must Be, Sociology of Sports, Black Students y The Revolt of the Black Athlete.

Ponencia

«Sport inevitably, unavoidably recapitulates society, the character of its human and institutional relationships, and the ideological and value sentiments rationalizing and justifying those relationships»
(‘El deporte como reflejo inevitable de la sociedad, el carácter de sus relaciones humanas e institucionales, y los sentimientos ideológicos y de valores que racionalizan y justifican estas relaciones’)

«Sport inevitably, unavoidably recapitulates society, the character of its human and institutional relationships, and the ideological and value sentiments rationalizing and justifying those relationships». En mi tesis de la Universidad de Cornell de 1971, lo llamé «el primer principio de la sociología del deporte».

De este principio se deduce que los conflictos ideológicos y de valores y las contradicciones en disputa en una sociedad se expresan de alguna manera en sus deportes. Y donde haya movimientos activos provocados por las condiciones impuestas a una parte en relación con conflictos ideológicamente enmarcados y alimentados, estos conflictos, ya sean por raza, clase, género, religión o ideología política, también se reflejarán en el deporte.

En el fondo, gran parte de la expresión política del deporte relacionada con las condiciones existentes y compartidas con la sociedad en general son luchas por la «autoridad definitoria»: luchas para establecer la legitimidad de las definiciones de la situación de un grupo.

En los Estados Unidos, por ejemplo, los intereses predominantes no han considerado nunca que los negros sean testigos acreditados de sus propias experiencias, sus resultados o sus realidades. Esta es una situación que perdura y que se remonta a la esclavitud de los negros, cuando el amo blanco de esclavos negros decía: «¡Mis esclavos son felices!», y los esclavos dijeron: «¡Queremos ser libres!», y protagonizaron más de trescientas revueltas violentas de esclavos para demostrarlo, en gran parte sin éxito. Hoy en día, estos conflictos definitorios se han expresado y todavía se expresan, por ejemplo, entre otras cuestiones, en la versión de violencia policial autorizada bajo la protección de la placa de policía, con el teléfono que captó el asesinato de George Floyd.

La protesta del jugador de fútbol americano Colin Kaepernick contra esta violencia y su destierro de la Liga Nacional de Fútbol Americano fueron solo un ejemplo moderno de un esfuerzo por suprimir la legitimidad de la definición negra, un pensamiento que los medios de comunicación tradicionales han ayudado a propagar conscientemente. Volviendo al año posterior a la guerra civil y hasta finales del siglo xx, incluso los personajes y las actuaciones más exitosas de los atletas negros se pasaron por alto en los medios de comunicación (como el caso de la victoria por KO de Jack Johnson contra Tommie Burns en 1908 o las dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1932 de Eddie Tolan, o incluso la actuación de Jesse Owens con cuatro medallas de oro en los Juegos de Berlín de 1936, más allá de su utilidad en la propaganda antinazi anterior a la Segunda Guerra Mundial). A pesar de todo, en los cines norteamericanos no se proyectaron las carreras de Tolan ni las de Owens en aquel momento, pero sí que se pudieron ver las actuaciones de los atletas blancos ganadores de medallas olímpicas, para que a los norteamericanos negros no les viniesen peligrosos delirios de igualdad o, incluso, superioridad. Por otro lado, cuando se daba el caso de que no se ignoraban del todo, las actuaciones de los deportistas negros a veces se interpretaban en los medios de comunicación como «instintivas, animales», o incluso –como en el caso tanto de Jack Johnson como, veintisiete años después, de Joe Louis– se interpretaban como un comportamiento «salvaje» sin sentido.

El auge de la tecnología moderna de comunicaciones de masas y la incapacidad del pensamiento convencional para gestionarla y controlarla han «nivelado el campo de juego definitorio» a un grado sin precedentes. Los atletas y otros activistas implicados en luchas definitorias ya no dependen de los medios de comunicación convencionales para enmarcar y proyectar sus acciones y la definición de su situación. Esto es tan cierto como que el asesino de George Floyd hoy en día está en prisión porque un adolescente negro de diecisiete años grabó lo que supuso un asesinato bajo el amparo de la placa policial, una situación demasiado habitual contra la cual los negros habían protestado durante generaciones y que la sociedad y los medios de comunicación convencionales habían negado con vehemencia por definición.

Esta presentación explorará las ramificaciones y el impacto de la tecnología de los medios de comunicación modernos en el activismo deportivo, y lo comparará con los retos pasados a los que se enfrentan los activistas, así como mis propias experiencias en la organización y la implementación de los objetivos del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos hace más de medio siglo.